Por Mauricio Sulaimán
El sábado 21 de junio de 2003 está ya inserto en la historia del boxeo como una de las fechas más importantes en la división de los pesados.
La fecha corresponde dentro de los anales de los puños profesionales a una de las mejores batallas que han sostenido dos gigantes, ambos considerados entre los mejores y más espectaculares campeones mundiales de nuestra época, pues ya fue, reiteramos, en el presente siglo.
Se enfrentaron en una batalla que resultó sensacional, el británico Lennox Lewis y el ucraniano Vitali Klitschko, ambos reconocidos no solamente por su calidad técnica, sino especialmente gracias a que en la mayor parte de sus actuaciones sacudieron hasta lo más profundo la capacidad emocional de los aficionados que los vieron actuar tanto “en vivo” como a través de la televisión en buena parte de los cinco continentes que dan forma a nuestro planeta.
En efecto, ambos almacenaban en sus puños tanta dinamita como la que se puede atribuír a otros golpeadores tremendos que han tenido enorme éxito sobre los cuadriláteros y de los que hablaremos en otra ocasión.
Lewis y Klitschko se enfrentaron en el Staples Center de Los Angeles, local que, por supuesto vio rebasada su capacidad normal en lo que se refiere a la presencia de aficionados, que no se equivocaron, porque aquel encuentro resultó trepidante, emotivo en todos los asaltos que duró y muchas veces los asientos salieron sobrando ya que muchos presenciaron aquello de pie.
Desde el primer round, los dos, considerados entre los mejores de la historia, estremecieron a los presentes con sus acciones. Todos esperaban el nocaut, y no se equivocaban. Aquello será sin duda recordado como una gran fiesta de boxeo. Con solamente utilizar la memoria muchos volverán a sentir por lo menos alguna sacudida recordando los bombazos de los dos púgiles mencionados. En el curso del combate la impresión era que Klitschko era más resistente y Lewis quien mayor habilidad mostraba y así se fueron durante la mitad de la batalla cuando Vitali Klitschko combatía ya con desventaja por un impresionante corte sufrido en un episodio anterior, por el que sangraba abundantemente -no estamos exagerando- y que hacía pensar en la posibilidad que tomó forma segundos antes de terminar el quinto asalto, con los dos colosos cambiando golpes.
Aquello fue detenido por el tercer hombre, Lou Morett, cuando especialmente Klitschko lanzaba su derecha buscando la mandíbula de su adversario.
Alzaron la diestra de Lennox Lewis, mientras que las tarjetas de los tres jueces marcaban ventaja para el ucraniano, todas con las mismas cifras: 58-56, las que nadie pudo poner en duda, pues los jueces fueron nada menos que Tom Kackzmarek, para nuestro gusto el mejor que ha existido en la especialidad, James Jen Kin y Pat Russell.
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